
EL COJO
La mala suerte (algunos lo achacan también a un despiste causado por su afición al alcohol) hizo que aquella barra de hierro candente le entrara por el talón y saliera por el tobillo de la pierna derecha. El trabajo en una fundición tiene estos peligros. Lo peor fue que un año después introdujo involuntariamente el pie en una máquina que le atrapó y le machacó todos los dedos del pie izquierdo.
Estoy hablando de Vicente Blanco y estamos en el año 1905. El apodo de “El Cojo” parece evidente tras los dos accidentes. El caso es que ante la dificultad de andar se le ocurrió comprarse una bicicleta para poder desplazarse por su pueblo, Deusto. La bicicleta era de mujer y no tenía neumáticos, tampoco tenía dinero para comprarlos así que se las apañó adaptando dos trozos de amarras del puerto a las ruedas. Aún así, se presentó en una carrera en Vitoria. ¿Resultado?: Tercero y 125 pesetas. En ese momento nuestro hombre tuvo claro que quería ser ciclista profesional, no por la gloria sino por el dinero.
En aquella época el ciclismo era un deporte muy popular y se disputaban multitud de carreras, la mayoría de veces con apuestas por medio. Sin ir más lejos, había velódromos en Tarragona, Reus, El Vendrell,…señal de la afición y el dinero que movía el ciclismo en toda Europa.
El caso es que Vicente iba compitiendo y obteniendo ingresos que le permitieron comprar mejor material y equipamiento. Y decidió presentarse al Campeonato de España de Ciclismo de 1908, que se disputaba lo bastante cerca como para ir en bicicleta: Gijón. La carrera era de 100 kms, ida y vuelta a un circuito de 50. Hay bastante polémica sobre un hecho que fue determinante en el resultado final del Campeonato y que os cuento. Se produjo una escapada de cuatro corredores, “El Cojo” entre ellos. Al acercarse al km 50 nuestro hombre se adelantó al grupo para firmar el primero en el libro de control y salir disparado de nuevo en su bici. Inmediatamente llegaron los otros tres corredores que iban en la fuga y cuando fueron a firmar se encontraron con un problema: el lápiz tenía la punta rota y no escribía. El comisario que estaba allí no tenía sacapuntas y se acercó a un bar cercano a que le dejaran una navaja para poder sacar punta al lápiz. Cabreados como monas, los tres corredores firmaron y salieron en persecución de “El Cojo”. Sin éxito. Campeón de España 1908 fue Vicente Blanco.
Ciertamente, si entre tres no pudieron atraparlo a lo largo de 50 kms. es porque “El Cojo” pedaleaba fuerte. Y al año siguiente lo demostró en Valencia, ganando de nuevo el Campeonato de España y sacando media hora de ventaja al segundo clasificado.
Mientras en Bilbao la Federación Atlética Vizcaína celebraba el éxito de su campeón ciclista, en París la redacción del periódico L’Auto estaba reunida estudiando cómo dar un impulso a una carrera que ellos habían creado en 1903 y que estaba estancándose pese al éxito conseguido. Sí, estamos hablando del Tour de Francia.
El caso es que Henri Desgrange, el director, quería poner más dificultad y, por tanto, más épica, a un Tour que era seguido por todo el país y que facilitaba que se multiplicara la venta de L’Auto. En el Tour de la época había etapas de casi 500 kms con máquinas rudimentarias y por caminos pedrogosos, embarrados y, en el mejor de los casos, empedrados. Hacerlo más duro se antojaba difícil. Sin embargo, Alphose Steinès, redactor, propone hacer una etapa por los Pirineos que incluya pasos como el Peyresourde, Aspin y si fuera posible, Tourmalet y Aubisque. Al resto les parece una locura pero Steinès insiste y Desgrange, para quietárselo de encima le dice: “Está bien, vaya Usted a reconocer el terreno y nos dice si es posible”.
Dicho y hecho, el redactor se planta en Bàgneres de Bigorre y allí pregunta. Los paisanos le dicen que no es factible meter por esos caminos una carrera de bicicletas. Insiste y consigue alquilar un coche con chófer, el señor Dupont, que lo acerque al collado del Tourmalet, un coloso de 2.111 metros de altitud. Estamos en el mes de Junio pero todavía hay abundante nieve en todo el macizo.
A 4 kms. de la cima el coche no puede avanzar más y el sol se está poniendo. El chófer decide dar media vuelta, pero Steinès no ceja en su empeño, quiere ver el recorrido entero. Dupont, enfilando el difícil descenso de vuelta, le grita desde el coche: “¡Siga los palos y marcas rojas y blancas hasta arriba!”. Son las mismas marcas de senderos GR que estamos acostumbrados a ver en nuestras rutas habituales por la montaña.
Cae la noche, con nieve hasta las rodillas, empapado, sin ver marcas ni señales y guiándose por la luz de la luna, nuestro redactor sigue hacia arriba al borde de la hipotermia y oyendo aullidos de lobos relativamente cerca. Pero consigue llegar arriba y comenzar a bajar por la otra vertiente como un alma en pena y al borde del desmayo. Hasta que llega a una pedanía de cuatro casas, lo que hoy es Barèges. Allí le reciben unos vecinos con escopetas pensando que es un bandido. Suerte que Dupont, el chófer, ha dado la voz de alarma y acaba siendo acogido y auxiliado.
Pero no hay tiempo que perder. Se dirige al primer pueblo con telégrafo y manda un telegrama a L’Auto con el resultado de su exploración. El texto es el siguiente: ”TOURMALET PASADO. STOP. MUY BUENA RUTA. STOP. PERFECTAMENTE PRACTICABLE. STOP. FIRMADO STEINES”.
Ante estas noticias, se decide hacer un etapa reina con los cuatro puertos ya mencionados e incluyendo el Soulor de propina. Cuando dieron a conocer el rutómetro del Tour de 1910 la cuarta parte de los inscritos se dieron de baja al ver que incluía semejante etapa. Pero entre los que se mantuvieron interesados en participar a pesar de la dificultad extrema tenemos a un conocido nuestro.
Sí, “El Cojo” estaba dispuesto a correr el Tour de Francia. Sería el primer vasco, el primer español en hacerlo y eso le motivaba sobremanera. Además del dinero que ganaría. El Mundo Deportivo ofrecía una recompensa a quién acabara y la Federación Atlética Vizcaína otro tanto.
Las carreras en que competía Vicente eran lo que actualmente se conoce como Critériums, carreras cortas a alta intensidad en circuitos que permiten al público ver el paso de los corredores varias veces. Sus mayores competencias pasaban por poco de los 100 kms. En el Tour algunas de las etapas andaban por los 400 kms. , además de la inclusión de los Pirineos que hacía que la dureza se multiplicara con el desnivel acumulado. Aún así, se inscribió en la categoría de los “issolés” (solitarios), corredores que cada día se tenían que buscar literalmente la vida con los avituallamientos, los sitios donde dormir o las averías mecánicas, sin equipo de apoyo ninguno. Tampoco había dinero para más.
Tal era la falta de presupuesto que tampoco había para pagarse el desplazamiento a París. Pero aunque “El Cojo” no era de Bilbao-Bilbao, era de Deusto, muy cerquita, y ya se sabe que para esta gente no hay reto imposible. Decidió que, como de costumbre, iría a la salida en su propia bicicleta. Calculó cinco días para hacer los 1100 kms hasta París por su cuenta, sin conocer el recorrido y casi sin dinero para sobrevivir al viaje. Tras diversos contratiempos pudo llegar (agotado, hambriento y con la bici averiada) el día 2 de julio por la noche. Se salía al día siguiente.
Esa misma mañana, antes de la salida, pudo localizar a un mecánico español que trabajaba en la fábrica de bicicletas Alcyon y que le prestó una bicicleta para poder correr. Además sólo pesaba 15 kilos, bastante más ligera que la suya averiada. La primera etapa eran 272 Kms. entre París y Roubaix. El recorrido actual de la clásica, uno de los Cinco Monumentos, era una etapa de los primeros Tours.
Según Vicente, y hay que creerle, entre el cansancio acumulado, las caídas, las averías y…..”el ímpetu de aquellas fieras bien alimentadas” llegó a Roubaix fuera de control . El caso es que no sale en las clasificaciones. La aventura de nuestro héroe había acabado casi antes de empezar. Gracias al apoyo que recibió de la Federación Vizcaína pudo volver a Bilbao en tren, donde fue recibido por todos los honores pese a su discreta participación.
“El Cojo” siguió compitiendo en carreras por la zona Norte y viviendo ajustadamente con los premios en metálico que obtenía, pero nunca más volvió a hablar de su aventura francesa.